Fanfic: una mujer inocente -vondy

-¿Tienes idea de lo asustada que estaba cuando salió de la carretera y no me dejaba bajar de la furgoneta?

-Estaba decidido a denunciarte por lo que él entendía como intento de asalto. Pero aceptó no hacerlo para que no se rieran de él sus vecinos si se enteraban de que había sido atacado por una mujer de la mitad de su tamaño.

Dulce estaba furiosa por aquella actitud. El mensaje era que ella se lo había buscado.

-Te has escapado por los pelos. Podría haberte golpeado para vengarse por la afrenta a su masculinidad. Este país parece dominado por el culto al machismo desde hace cuatro siglos-susurró Christopher en un tono mortalmente cortés-. Hará falta mucho más que un puñado de turistas para cambiar esas tradiciones, pero, por suerte, la mayoría de los viajeros son infinitamente más cuidadosos con su propia seguridad de lo que has sido tú.

-O sea, que crees que tengo lo que me he buscado.

-Un intento de resalte, una mano en la rodilla... Él ha jurado que eso fue todo. Dice que te volviste loca y le creo. Pasarán semanas antes de que pueda enseñar la cara sin que se rían sus vecinos.

Christopher parecía simpatizar con el conductor de la furgoneta.

El silencio se hizo interminable. Christopher no hizo ningún intento de romperlo. La ranchera se bamboleaba por la carretera rural con el vehículo de atrás siguiéndoles a una distancia discreta. Christopher paró un momento y salió. Dulce vio asombrada cómo abría el saco y soltaba a la serpiente. ¡Vaya, un ecologista! Y lo bastante sensible como para no ofender a los del pueblo rechazando su regalo. Pensó con enfado que la serpiente estaba recibiendo más atenciones que ella.

Pero eso no debía sorprenderla. Cuatro años atrás, le había dejado claro hasta la crueldad que ella le había decepcionado en todo. Su moral, su comportamiento sexualmente provocativo... recordó furiosa sus palabras. Pero lo que todavía le dolía más era que ella no había tenido el valor de alzar la barbilla y alejarse de su lado con dignidad.

Como una tonta, había intentado probar su inocencia.

-Él viene de un mundo diferente -había dicho Steve, su hermanastro-. Y pertenece a una cultura que ni siquiera has empezado a entender. No te engañe el hecho de que hable un inglés perfecto. Christopher es un macho tradicional latinoamericano y las mujeres para él son sólo de dos categorías: ángeles y fulanas. Las que comparten su cama son las fulanas. Cuando se case, escogerá a un ángel recién salido de un convento y será tan rica y de tan buena cuna como él. Así que, ¿dónde crees que encajas tú?

Y parecía que Steve había acertado. La tarde en que habían terminado su corta relación, Christopher la había tratado como a una prostituta. Disgustada por el recuerdo, Dulce volvió al presente y apartó la manta con gesto de rebeldía. Estiró un poco las piernas maravillosamente torneadas y las cruzó. Le importaba un rábano su opinión, ¿o no? No era ya una estúpida adolescente encandilada por él.

-¿Dónde te alojas en La Paz? -preguntó Christopher después de encender de nuevo el motor.

Dulce se lo dijo. Aquel fue el final de la conversación, pero el ambiente era tan tenso que casi se podía masticar. Cuando lo miró a hurtadillas y vio que tenía los nudillos blancos de la fuerza con que apretaba el volante, Dulce esbozó una sonrisa de satisfacción femenina. Christopher no era indiferente a ella al más básico nivel.

Se sorprendió cuando él paró y bajó del coche para acompañarla a su sórdido hotel, pero prefIrió no hacer comentarios. ¡Para qué rebajarse a hablar con él? Pasó por delante de él haciendo del balanceo de sus caderas una obra de arte. Probablemente la llevaría directamente a casa de su hermana. María Cristina debía estar ya de vuelta. Pero, ¿Cómo iba a pagar la factura del hotel después del robo del bolso?

Su habitación estaba como una leonera por la prisa con que la había abandonado por la mañana. Se sonrojó y empezó a recoger ropa en una bolsa. Christopher se apoyó contra la puerta y de repente se encontró muy incómoda por su presencia en la pequeña habitación.

En la habitación no había baño, sólo un pequeño lavabo.

-Puedes esperar fuera mientras me cambio -murmuró.

-No seas ridícula.

-No soy ridícula -replicó Dulce sonrojándose más.

¡Dios bendito!, ¿es que esperaba que se desnudara delante de él?

Los intensos ojos oscuros se cruzaron con los de ella. Fue como tocar un cable pelado. Sintió una violenta sacudida antes de poder apartarse del magnetismo de aquella mirada, terriblemente conmocionada por la oleada de excitación que la recorrió el cuerpo.

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