Fanfic: una mujer inocente -vondy

El policía frunció el ceño. Con un gesto de interrogante confusión, alzó la vista hacia ella. Repitió el nombre en voz alta con un tono de reverencia.

-¡No entiendo -dijo frunciendo el ceño.

-¡Amigo! ¡Buen amigo! -mintió Dulce dando unas palmadas sobre el cuaderno.

Entonces esbozó una sonrisa de confianza aunque por dentro se sentía terriblemente mortificada.

El policía pareció francamente incrédulo y después soltó una carcajada nerviosa. La señaló y sacudió la cabeza.

-¡Estoy diciendo la verdad! -protestó Dulce con frenesí-. Conozco a Christopher desde hace años. Christopher y yo... éramos como esto.

Apretó las manos intentando poner gesto de sinceridad.

El policía se sonrojó y bajó la mirada como si ella le hubiera avergonzado. Entonces, el joven de la furgoneta soltó otra parrafada y el policía le echó sin ceremonias de la habitación cerrando de un portazo a sus espaldas.

-¡Quiero que telefonee a Christopher!

Dulce hizo mímica sintiéndose como una *******. Con un suspiro, el policía avanzó hacia adelante. Le pasó una mano por la estrecha cintura, la hizo avanzar por un corredor y antes de que Dulce se enterara de nada, la había encerrado en una sucia celda.

-¡Sáqueme de aquí!

El hombre desapareció y se oyó una puerta cerrarse antes de hacerse un silencio total. Dulce se quedó de pie agarrada a los barrotes con fuerza. Estaba temblando como una hoja. ¡Vaya con la influeacia del apellido Berganza! Sintió un velo de lágrimas ardientes y se desplomó contra el borde del viejo camastro antes de enterrar la cara entre las manos.

Alrededor de una hora después apareció una anciana vestida de negro que metió un plato entre los barrotes. Dulce no había comido desde el desayuno, pero el estómago se le rebeló ante la comida. La taza de café sólo era más apetecible. No se había dado cuenta de la sed que tenía.

Después de un rato se echó luchando contra las lágrimas. Antes o después tendrían que buscarla un intérprete y se aclararía aquella estúpida confusión. No necesitaba a Christopher para salir de aquel atolladero. Pero ella era un desastre andante, decidió con rabia. Su primer viaje sola al extranjero y vaya situación en la que se había metido. ¿Por qué? Era impulsiva, siempre lo había sido y probablemente siempre lo sería. Ese no era el primer acto impetuoso que le había traído problemas... Pero iba a ser el último, se juró.

Cuando se despertó, escuchó voces masculinas hablando en español. Desorientada, se incorporó con el pelo revuelto alrededor de la cara. El calor había vuelto. Con el nuevo día, un potente rayo de sol se filtraba por la alta ventana enrejada. Sus adormilados ojos violeta distinguieron dos figuras masculinas tras los barrotes.

Una era la del policía, la otra... El corazón se le desbocó del pecho.

-¡Christopher! -susurró con una oleada de alivio. Mientras le ofrecía al policía un cigarrillo, Christopher clavó sus profundos ojos oscuros en ella y murmuró con pereza:

-Bájate la falda y cúbrete... pareces una prostituta.

Sin abandonar la conversación que mantenía con el policía, Christopher se puso de perfil. Dulce se quedó con la boca abierta y se sonrojó con violencia. Se estiró la falda vaquera y arregló como pudo la camiseta rasgada mientras sus ojos violetas despedían chispas.

-No te atrevas a hablarme así -siseó.

Los dos hombres volvieron la cabeza.

-Si no te callas, me iré -dijo Christopher sin un ápice de compasión.

Dulce le creyó. Con sólo una excusa la dejaría pudrirse allí. Lo notó en la helada mirada impasible y en el leve gesto de disgusto de su preciosa boca. Cuatro años atrás en Londres le había puesto el mismo gesto... y eso casi la había destrozado.

Dulce sintió un nudo en la garganta. De repente le costaba respirar. Luchó contra los recuerdos y alzó la barbilla de nuevo negándose con todo su temperamento a ser acobardada o avergonzada. Pero a veces se despertaba todavía por las noches con sudores fríos al recordar su último encuentro. Odiaba a Christopher como al veneno por la forma en que la había tratado. Era muestra del cariño de Dulce hacia su hermana el que hubiera sobrevivido su amistad.

continua